JOHN HOPE
Aquella tarde, como tantas tardes de verano. Mi hermano y yo jugábamos en nuestro patio, ese patio del que disfrutábamos en exclusividad, en el corazón del puerto de Barcelona. De repente abandonamos el juego y nuestros cincos sentidos se centraron sobre un majestuoso carguero, que como por arte de magia apareció en la bocana del puerto. Arrastrado por dos remolcadores y bajo el mando del práctico, iba adentrándose en la dársena de San Beltrán. Por la chimenea salía un espeso humo…