ANTES DE LAS SIETE
A las seis y quince minutos sonaba el timbre del aula, era la señal que había estado esperando durante toda la tarde. Como un poseído recogió los bolígrafos, las libretas de los apuntes y los libros. Bajó los escalones de dos en dos, con una mano sostenía los libros, con la otra intentaba ponerme la chaqueta de cuero, mientras bajaba los tres pisos que separaban el aula del vestíbulo. De cuatro zancadas atravesó el vestíbulo y cruzó el portal, tenía que llegar antes de las siete.
Con el aire fresco de la calle recuperó las ganas vitales de disfrutar el resto del día, también recuperó la sensación de libertad. Esa libertad que mientras duraban las tediosas tres horas de clase, había quedado secuestrada en algún punto del amplio vestíbulo del instituto a la hora de entrar. Era un frio mes de noviembre, desde los cercanos muelles llegaba una leve neblina, que en los meses de otoño siempre le daba a aquella parte baja de la ciudad un aire nostálgico. Llovía , pero las inclemencias del tiempo no suponían ningún impedimento , tenía que llegar antes de las siete.
Entre claxons y frenadas, cruzó la calzada sorteando los coches. Era hora punta y en el ambiente se podía percibir la impaciencia de los conductos y las prisas de los peatones bajo la lluvía. El bullicio de la ciudad empezaba a tener un aire especial. Las calles de Barcelona, llevaban varios días adornadas con las luces navideñas, En los escaparates de Sepu , relucía un amplio abanico de posibles regados navideños, pero no podía parar. Tenía que llegar antes de las siete.
Caminó a paso ligero dirección plaza Cataluña, debido al mal tiempo era el día menos adecuada para pasear, pero increíblemente la mitad de la humanidad había acordado pasear aquella tarde por las Ramblas de Barcelona. El fluido de personal en ambas direcciones era enorme y caminar entre aquel hervidero humano no era una labor fácil. Al llegar a la altura de la calle Hospital cruzó la calzada en sentido contario. Con paso decisivo penetró hacia el corazón del Raval, tenía que llegar antes de la siete.
Durante los últimos meses habían sido muchas las tardes que había realizado ese recorrido. Si asistía a clase, el tiempo que tenía para recorrerlo era limitado. Por esa razón durante el curso 70/71 fueron muchas las clases de matemáticas a las que no asistió . Durante ese último año, su cerebro solo tenía una fijación ¡¡ Llegar a la escuela Massana antes de que el reloj marcara las siete de la tarde ¡!.
La escuela Massana era una escuela de bellas artes, fundada en 1929 gracias al legado de un pastelero y filántropo Barcelones llamado Agusti Massana. Sus aulas ocupan el antiguo edificio del Hospital de la Santa Cruz y de ellas han salido muchos de los grandes artistas plásticos de las últimas generaciones.
Durante la primavera , cruzar su zaguán y sentarse en algún banco de su espléndido claustro era todo un placer. Es un claustro de una extrema belleza gótica, adornado con hermosos árboles frutales y una fuente central que deja caer sobre su propia base un pequeño chorro de agua que produce un sonido parecido a una melancólica melodía. El olor a tierra mojada, o el aroma del cesped recién cortado, era suficiente razón para sentirse como en un Edén en el corazón del casco antiguo de Barcelona, tan lejos y tan cerca del ruidoso ajetreo de la gran ciudad.
Pero aunque aquella tarde era húmeda y fría, no era el intenso helor que se sentía entre las cuatro fachadas de piedra que daban al claustro lo que hacía rechinar sus dientes. Tampoco era la rabia que sentía por ser consciente, que por culpa de la situación económica jamás pisaría aquellas aulas, Aunque en sus sueños los recorría cada día. La verdadera razón de que durante un año seguido, todas las tardes de lunes a viernes , intentaba llegar a la escuela Massana antes de las siete, era porque tras aquellos muros una discípula de Minerva le había robado el corazón.
Como todas las tardes, a las siete en punto se abrieron los portones de la escuela Massana y en cuestión de segundos una marea de estudiantes comenzó a desalojar el edificio. Apostado estratégicamente a cierta distancia de la puerta, podía distinguir las facciones de todo aquel que abandonaba la escuela. Mientras sus ojos vigilaban, una excitación interna se iba apoderando de su cuerpo. De pronto, una sensación de placer invadió su alma al descubrir una vez más el rostro de ella.
Su melena rubia totalmente suelta flotaba al caminar, lo cual daba a su figura un aire de libertad. Otras veces ella se recogía el cabello con un desenfadado moño a la altura de la nuca , lo que le daba entonces un aire intelectual que a él tanto le gustaba. El espacio de tiempo que trascurría entre que bajaba los tres escalones y recorría los pocos metros que los separaban, están grabados en su mente como uno de los instantes de mayor felicidad, llegar antes de la siete significaba tocar el cielo. Después de cuarenta y cuatro años, lo recuerdo con el mismo placer, con la misma intensidad.
ELLA
Ella se convirtió en la ilusión de mi juventud,
la razón de mi vivir, en un sueño dorado,
en la primera deseada, en la única amada,
en el deseo de compartir, en la compañera elegida,
en la estación de partida.
Ella es mi otra mitad, mi media naranja,
el fruto prohibido, la desnudez gozada,
el hielo que quema, la gota que calma la sed,
cortesana de mis deseos, dueña de mi alma,
la reina de corazones.
Ella es mi enlace con la realidad,
el sentido común, la voz de mi conciencia,
la calma sobre el mar, brisa en la noche estival,
la exigencia diaria, la entrega total,
el tandem ideal .
Ella es mi futuro soñado, la esperanza otoñal
la meta a alcanzar, el punto final.
Barcelona, un frio mes de Noviembre
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